6. April 2024 –

“Hay un interés por valorar lenguas como el kichwa”.

Yana Lema Otavalo, poeta y traductora, presenta su taller de escritura y bordado sobre papel en la galería La Cápsula, Zúrich.
Yana Lema Otavalo, poeta y traductora, presenta su taller de escritura y bordado sobre papel en la galería La Cápsula, Zúrich.

En febrero de 2024, la residencia colectiva del programa Looren América Latina reunió en la Casa de Traductores Looren a siete traductoras y traductores latinoamericanos. Yana Lucila Lema Otavalo fue parte del grupo. La traductora, escritora y artista kichwa ecuatoriana hace de su identidad indígena el núcleo de su trabajo. Hablamos con ella sobre el kichwa y sobre la importancia de proyectos como la “Biblioraloteca”.

Entrevista: Julia Willers

¿Qué es el kichwa?

El kichwa es la variedad del quechua hablada en Ecuador. Es un idioma que anteriormente tenía el nombre de runa shimi, que quiere decir “lengua de los seres humanos”. Runa es persona y shimi es palabra o boca. Es la lengua que yo hablo y es una de las herencias más importantes de mi familia y de mis ancestros: todo lo que hace a quien soy ahora.

¿Qué valor tiene el kichwa en la sociedad ecuatoriana?

El quechua se habla en toda la región andina, desde Colombia hasta Argentina. Es una de las lenguas más habladas de América. Según los censos existen entre 8 y 10 millones personas que lo hablan. En Ecuador serían alrededor de dos millones y medio de hablantes del kichwa, aunque no hay datos exactos. Es una lengua minorizada junto con otras trece lenguas indígenas que se hablan en el país. Tenemos un sistema de educación intercultural bilingüe que ha ayudado a fortalecer la autoestima de los pueblos, por ejemplo, en la medida en que se valora la vestimenta tradicional. Es una lengua viva, aunque corremos el riesgo de perderla, porque los jóvenes hablan más en español que en kichwa. En mi opinión, es responsabilidad del Estado, de las familias y de las comunidades transmitir la lengua a los jóvenes. Es una lengua con características particulares que permiten apreciar la cosmovisión del pueblo, su relación con los elementos de la naturaleza. Para nosotros, estas son energías de la vida muy importantes para la existencia.

¿Existen esfuerzos para conservar la tradición cultural kichwa y su lengua?

En los últimos decenios, han surgido en Ecuador -especialmente en mi región, la provincia de Imbabura en Otavalo-, muchos grupos juveniles artísticos y activistas. No pertenecen a una organización más grande, sino que nacieron del movimiento indígena y los levantamientos a partir de 1990. Son conscientes de que existe una emergencia lingüística. Para que no se pierda la lengua, esos grupos documentan las tradiciones y la palabra de los abuelos en diferentes soportes, por ejemplo, videos, libros, poesía, cuentos y cantos. Desde hace unos diez años vemos que la literatura también es una herramienta que nos permite fortalecer la lengua y pasar a la creación literaria. Usando el alfabeto, que no es el nuestro, pero del que nos hemos apropiado, podemos hablar sobre lo que significa ser kichwa, shuar o de otra nacionalidad indígena en el Ecuador.

¿A qué dificultades políticas se enfrenta la lengua kichwa?

Durante la época colonial, pero también después, durante la República, regía la prohibición de hablar un idioma que no fuera el español. Por eso, muchos sectores indígenas perdieron la lengua. Gracias a la lucha de mujeres y líderes indígenas, se han podido revertir estas prohibiciones. Por otro lado, existe el racismo frente a las culturas y lenguas indígenas, que son consideradas del pasado, arcaicas, y sinónimo de subdesarrollo. Aunque era peor en los años 80 y 90, el racismo es muy fuerte todavía. Por ejemplo, yo estudié en escuelas hispanas que no tenían nada que ver con la educación bilingüe, y cuando iba con traje indígena, se burlaban o me quitaban cierta prenda. Para evitar la discriminación, muchos padres han prohibido a sus hijos hablar en su idioma. Fruto de eso, hay una falta de autoestima lingüística en ciertos sectores y no se habla ni valora la lengua.

¿Cuál es el valor de la traducción entre el kichwa y el español?

Para las personas que no escriben en una lengua dominante, la traducción es una herramienta que permite que nuestra literatura no quede solo para nosotros. Permite que otras personas la conozcan y vean que también tiene un prestigio. La escritura es muy importante para mantener la memoria y las sabidurías que antes solo se transmitían mediante la oralidad. La traducción es ese medio que nos permite comunicarnos con el otro. La literatura indigenista, de la que hay bastante en el Ecuador y en toda América Latina, siempre habló de los pueblos indígenas, de cómo vivían, de cómo era su vida tan triste, explotada y humillada. Era una visión desde el otro, desde afuera, y ahora queremos promover una visión desde nosotros. El objetivo es mostrar que, más allá de toda esta historia triste, tenemos una cultura rica y viva.

En las últimas décadas se ha promovido una toma de conciencia sobre los mecanismos que contribuyen a la discriminación y al racismo. ¿Ha dado resultado?

La lucha del movimiento indígena que nació en los años 70 fue la más fuerte y consiguió muchas reivindicaciones sociales y culturales. Se trató de un punto de inflexión en el que nosotros mismos nos dimos a conocer. Por otro lado, hacia adentro del movimiento nos dimos cuenta de lo diversos que éramos. La reivindicación más importante fue el reconocimiento de la plurinacionalidad, una demanda histórica que se consiguió en la Constitución de 2008, aunque falta mucho para que efectivamente se cumpla en la práctica.

La identidad y la cultura kichwa son temáticas muy presentes en tu trabajo. ¿Cómo comenzaste a traducir?

En los años 90, estaba estudiando comunicación social e hice mi voluntariado en la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), en el departamento de comunicación. Por ese entonces se empezaban a hacer videos sobre las luchas, demandas, fiestas y ritualidades de los pueblos y nacionalidades. Las organizaciones publicaban periódicos y, como no sabíamos escribir todavía en kichwa, los artículos de opinión eran en español, a pesar de que era una revista de los pueblos indígenas. El español funcionaba como lengua franca entre todos los pueblos indígenas. Como yo estudiaba comunicación social me pidieron que hiciera la traducción de algunos textos del español al kichwa. Allí empecé a escribir para los periódicos y revistas de las organizaciones y a hacer traducciones. Traducía primero las reivindicaciones del movimiento indígena hacia el Estado, y también poesía que yo escribía en ese tiempo, para introducir el idioma en la revista. Fue ahí cuando empecé a traducir mis poemas al kichwa.

¿Toda tu vida has escrito poemas?

Escribo desde la época en que estaba terminando el colegio. En la década del 2000, empecé a escribir en español. Recién después empecé a escribir en kichwa, porque no sabía escribir en kichwa antes. Todos esos trabajos que tenía desde mi adolescencia hasta más o menos el 2008 están compilados en el libro Tamyawan Shamukupani. He hecho traducciones de poesía de algunos escritores ecuatorianos del español al kichwa. Es que también entre algunos escritores se ha despertado la conciencia de valorar las otras lenguas del país. Se preguntan por qué saben tan poco sobre los idiomas que se hablan en su país y quieren saber cómo suena su poema en kichwa o en otra lengua.

¿Con qué medios trabajas, además de la literatura?

Los últimos tres años he trabajado con arte contemporáneo en un espacio pluridisciplinario de artes visuales y plásticas con la literatura y la mitopoética. Una de mis muestras se llamó Away Pacha, que significa “tejido cósmico”. Mostré los textiles que se hacen en mi país y los combiné con audio y poesía en kichwa. La exposición generó una conmoción cuando la gente encontró todas las piezas en kichwa, nada en español. Yo quería provocar esto porque en Ecuador, pese a que tenemos tanta diversidad, nos resistimos a las lenguas indígenas al tiempo que nos abrimos a las lenguas extranjeras. Está bien que se aprendan lenguas extranjeras, pero también se debe saber algo de las propias.

En una muestra colectiva con el título de "Plantas Sagradas", yo hice la representación de un mito de un árbol que se llama “lechero”. Creo que es importante y urgente tomar conciencia de la importancia de cuidar la naturaleza. En esta exposición busqué despertar esa conciencia y, una vez más, toda mi muestra estaba solo en kichwa. Mi trabajo va dirigido a mostrar la cosmovisión, la sabiduría y las diferentes epistemologías y formas narrativas de la tradición kichwa.

Siempre se dice que los pueblos indígenas no tenían escritura. En el arte contemporáneo, lo que intenté hacer con los tapices fue mostrar que no tenían escritura alfabética como ahora, pero tenían otros elementos escriturales como los códigos en los textiles, la simbología o las visualidades, también en la cerámica. Todos esos eran registros y medios de comunicación.

Este fue el tema del taller sobre bordado en papel que impartiste en Zúrich.

Ya había hecho un taller sobre plantas sagradas a propósito de una exposición de arte. Entonces surgió la idea de repetirlo en Zúrich. Este taller pretende sensibilizarnos hacia lo que tenemos alrededor. ¿Qué podemos aprender cuando descubrimos la naturaleza y las plantas con sus propriedades misteriosas? A través de elementos como el bordado, se puede hacer este proceso creativo y valorar la naturaleza y las plantas. Además, podemos crear historias desde esas prácticas creativas lúdicas y como resultado salen cosas muy íntimas e interesantes.

Poesía de las plantas: taller de escritura y bordado sobre papel con Yana Lema Otavalo en la galería La Cápsula en Zúrich en febrero de 2024. De izquierda a derecha: Nathalie Schmid del Centro Latinoamericano de Zúrich; Gabriela Stöckli, directora de la Casa de Traductores Looren; Adriana Domínguez, fundadora y curadora de La Cápsula; Yana Lucila Lema Otavalo.

¿Cómo se puede transmitir la energía de las fuerzas de la naturaleza a la palabra?

Durante la residencia en Looren, conversamos con los colegas sobre lo intraducible. Alguien decía que todo es traducible. Es verdad: todos somos seres humanos, tenemos los mismos lenguajes, aunque tenemos culturas y lenguas diferentes. Yo reflexioné en ese momento sobre cosas que no traduzco porque no puedo traducirlas. Por ejemplo, los cantos sagrados de curación a veces son cantos secretos que solo sabe la persona que hace la ceremonia: un yachak. Muchas veces, esos cantos no son un lenguaje normal. No tienen una estructura comprensible ni siquiera para hablantes del idioma. Yo no sé cómo podría traducirlos. Lo importante es respetar esos espacios de silencio, esos espacios sagrados. Es verdad que están desapareciendo los espacios sagrados porque también nosotros, como pueblos indígenas, estamos perdiendo la ritualidad. Creo que, en ese momento, en ese espacio, está el límite de la traducción para mí.

Es intraducible porque pertenece a otros mundos…

…a otro sistema de comunicación que es más espiritual, con los seres que no puedes ver, como el viento o los espíritus de las montañas, que, aunque pueda parecer mero romanticismo para muchos, para los pueblos tiene que ver con su pensamiento, su forma de ver y convivir con la naturaleza, son sus imaginarios.

¿Qué historias cuentas con tu arte?

Yo cuento mis historias, las historias de mi familia y las historias de gente que no conozco. Me gusta ir en el bus porque a veces las personas conversan y dicen cosas que me llaman la atención, me gusta ese contacto con la gente. Mi escritura se genera cuando voy caminando por las calles, entendiendo las voces y escuchando a las y los mayores. Cuando voy a la comunidad y la gente habla poéticamente, me pregunto si yo soy la poeta o ellos. El habla común de la gente es muy metafórica, muy bonita. De allí tomo ciertos elementos, digo “ah, sobre esto puedo escribir”. También escribo sobre la ciudad, lo que vivo y siento en las avenidas y las plazas que también forman parte de mi realidad.

Eres una intermediaria entre las voces de tu comunidad y la vida literaria. Estás entre dos mundos: formas parte de tu propia cultura ancestral pero también puedes verla desde una distancia. ¿Eso es un peso, una responsabilidad?

A veces, sí. Por ejemplo, cuando escribo en kichwa, me pregunto siempre si la gente puede entender lo que estoy escribiendo. Me pregunto “¿pongo esta palabra, que es un neologismo?” o “¿pongo tal otra, como se dice en mi pueblo?”. Así como existen los “kichwismos” en castellano, también hay préstamos lingüísticos del español en el kichwa. Entonces, quiero equilibrar eso. No solo quiero que una docente universitaria, leas mi libro para hacer una crítica, sino que una persona de la comunidad tome el libro y pueda leerlo.

De este modo, con o sin quererlo, asumes un rol en la política lingüística… En Suiza, por ejemplo, uno siente la responsabilidad de contribuir a que la lengua romanche sobreviva. Pero, ¿cómo se puede asumir una carga semejante?

Asumir un rol es inevitable. Tienes que adoptar una posición, cualquiera que sea.

Eres la fundadora de una “Biblioraloteca”. ¿De qué se trata?

Desde los años 90, he viajado con la poesía para participar de recitales en diferentes países, especialmente donde existen pueblos indígenas. Allí he intercambiado libros con escritores indígenas. Por eso tengo bastantes libros de México, de Colombia, de Chile, que son bilingües e incluyen lenguas indígenas. Entonces pensé en cómo poder compartir estos materiales y nació el proyecto de la Biblioraloteca. La idea nació en los años 2000, pero recién logramos abrirla en 2019, antes de la pandemia. Ya tenemos unos 500 libros en lenguas indígenas de varios países. Se llama Biblioraloteca porque se pretende valorar tanto el libro escrito como la palabra de los abuelos, la palabra y memoria. Hacemos biblioteca itinerante: nos vamos a una comunidad con los libros para que la gente lea. Hacemos talleres de oralidad con los mayores o talleres de escritura creativa con las mujeres, por ejemplo. De ahí nació el libro Warmishimi, que significa “palabra de mujer”. En este libro recogimos los trabajos poéticos y literarios del taller de literatura que hicimos con las mujeres en la Biblioraloteca en Peguche, en Otavalo. La idea es acercar más el libro a la comunidad, a los jóvenes y a los niños especialmente.

Visitantes en la Biblioraloteca Muyu en el Ecuador.

En febrero de 2024, formaste parte de la residencia colectiva Looren América Latina, con colegas poetas y traductores. ¿Qué te llevas como idea para tu propia práctica?

Los espacios en los que hemos podido conversar, discrepar, aprender o compartir han sido muy valiosos. Creo que me ha permitido ver que la traducción puede ser una profesión, porque yo no lo había considerado así. Yo veo que mis compañeros son traductores casi a tiempo completo y tienen su propia forma de llegar a los autores y a los textos para traducir. Tienen una relación muy establecida con las editoriales. En el mundo de la literatura indígena, todavía no hay nada de eso, hay que hacerlo todo. También he visto la importancia de trabajar juntos para contrarrestar la discriminación que encuentras en una profesión que no tiene estándares de tarifas, por ejemplo. Generalmente, te pagan lo mínimo, y es importante pensar en eso para cambiarlo. El intercambio me ha servido mucho para valorar más lo importante que es la traducción.

¿Cuál es tu sueño para el futuro?

Sería interesante pensar en una residencia para traductores indígenas, compartir todos estos asuntos complejos y problemáticos entre traductores de lenguas minoritarias. Se podría aprender y adquirir instrumentos y conocimientos para la práctica profesional. Podría ser un incentivo para valorizar las traducciones de textos a lenguas indígenas que hacen falta en todos lados, ¿no?



Biografía

Yana Lucila Lema Otavalo es comunicadora social, promotora cultural, poeta, videasta y traductora kichwa otavalo. Fue organizadora del Festival de Literaturas de Abya Yala “La fiesta del maíz” y de la primera Microferia del libro indígena “Bibliopawkar” en Peguche. Obtuvo los premios: Mujeres, Imágenes y Testimonios; Mejor video de Medicina Tradicional del Tercer Festival de Cine y Video de las Primeras Naciones de Abya Yala; Mujeres del Bicentenario 2020; Premio Nacional Darío Guevara Mayorga de cuento infantil; Premio Nacional Jorge Carrera Andrade de poesía. Organizó antologías de poesía y publicó los poemarios personales bilingües y autotraducidos Tamyawan Shamukupani (2018) y Kampa Shimita Yarkachini (2021). Es fundadora de la Biblioraloteca Cultural Literaria Muyu y de la editorial KintiRikra, dedicada a publicar literatura en lenguas indígenas del Ecuador.

Fue parte de la residencia colectiva Looren América Latina 2024. Durante su residencia, trabajó en una versión al kichwa ecuatoriano de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, para la editorial KintiRikra, dedicada a publicar literatura en lenguas indígenas del Ecuador.

Fotos del taller: © Janine Messerli

Fotos de la Biblioraloteca: © Biblioraloteca Muyu